Resulta complicado explicar lo que supusieron los diez días de meditación, y además creo que es mejor resultar algo superficial para que a quien le pique la curiosidad se anime y viva su propia experiencia.
Digamos que “Vipassana” viene a decir “ver las cosas tal y como son”. Es un método basado en la auto-observación, sin pretender cambiar nada. Aprendes poco a poco a ser más ecuánime (no querer que las cosas “buenas” perduren ni que las “malas” terminen), con lo que acabas por imaginar menos el futuro y divagar menos en el pasado. Te centras en el presente, sea cual sea, intentando no hacer valoraciones. Personalmente nunca había experimentado nada parecido y los que me conocéis mejor sabéis que no soy muy dado a este tipo de cosas. Aún así, he de reconocer que me ha impresionado y que ha merecido la pena.
Aceptar de antemano ciertas normas que debes respetar durante los diez días (silencio absoluto, ningún tipo de comunicación con los demás salvo con tu maestro, no mentir, no matar, nada de intoxicantes, dejar a un lado cualquier rito relacionado con cualquier religión y abstenerse de cualquier tipo de actividad física o sexual) ayuda q que la experiencia resulte algo más liviana. Aún así, el horario es aplastante: levantarse a las cuatro, once horas de meditación al día e ir a dormir sin cenar.
Respecto a la técnica, diré que la enseñanza el método es progresiva, y que cada noche tienes que escuchar una grabación en la que te cuentan lo que harás el día siguiente además de varias historias que ayudan a comprender la filosofía el la que se sustenta. Primero se empieza luchando contra todos los pensamientos que nos invaden a cada momento para poder así concentrarnos en las sensaciones, y poco a poco estas van resultando más sutiles. Lo más duro (y donde más progresas) comienza el quinto día cuando tienes que sentarte a meditar una hora tres veces al día con la fuerte determinación de no moverte. Y aquí, la ecuanimidad mental y la concentración marcan la diferencia. Para mi resultaba algo imposible de conseguir en un principio y me sorprendí a mi mismo a partir de la tercera vez que lo intenté. Es impresionante como puedes llegar a relativizar las sensaciones cuando no priorizas entre ellas.
Resumiendo, solo puedo animaros a probarlo. Hay centros en todo el mundo, y merece la pena el esfuerzo. Y digo esfuerzo, porque diez días se hacen muy largos y seguramente habrá momentos duros que tendréis que superar. Espero que el que se anime me cuente sus experiencias.
Al acabar el curso, tocaba ponerse en marcha otra vez y tras diez días “encerrados” no paramos en los siguientes días. Fuimos primero a Yogyakarta donde nos encontramos con un compañero de meditación y su novia, y la visita resultó muy interesante. Gente muy simpática, arte tradicional y el majestuoso templo de Borobudur. Por no mencionar un corte de pelo con una maquinilla a la que se le caían las piezas, unas tijeras que más que cortar desgarraban y una peluquera que acabo ofreciéndome un “massage” (ahora voy si, espera un minuto).
Siguiendo hacia el este por la isla de Java llegamos hasta la zona del volcán de Bromo. Ya en el camino conocimos a una pareja de holandeses, y estuvimos juntos durante los dos días de visita. Nos levantamos temprano para ver el amanecer dejando la zona volcánica a nuestros pies, y después nos dedicamos a subir los dos volcanes cercanos.
Están rodeados de un mar de ceniza con lo que el paisaje lunar resulta sobrecogedor. En volcán Bromo parece una enorme chimenea que no deja de emanar humo, y el templo hinduista a sus pies le da cierto aire dramático a la zona. Parece increíble que lo construyesen ahí.
Tras la primera semana en Bali y el curso de meditación apenas quedaba tiempo, así que nos dirigimos a Surabaya para coger un avión a la isla de Sulawesi. La ciudad no tiene nada de especial pero yo tube la suerte de poder disfrutar de lo lindo jugando a futbito con la gente local. Muy sanotes y simpáticos. Da gusto.
La peluquera noto tu abstinencia sexual del curso…😜