Tras cargar las pilas descansando cómodamente en un camping de Te Anau y llenar el depósito de la furgo (imprescindible cuando te metes por la siguiente zona) nos dirigimos hacia Milford Sound. Habíamos reservado un ferry para dar una vuelta por el fiordo a la mañana siguiente y mientras tanto por el camino había varias paradas interesantes que queríamos hacer.
La carretera se va metiendo poco a poco en las montañas y el paisaje es precioso. Conduces casi todo el rato al lado de diferentes lagos y fueron muchas las paradas que hicimos para sacar fotos.
También habíamos visto que el Routeburn track tenía uno de sus principios en la misma carretera, así que aprovechamos para hacer una caminata de medio día, subiendo a una montañita desde donde poder observar mejor la belleza de la zona. La nieve caída recientemente cubría suavemente las diferentes laderas y fue una bonita caminata. De hecho, nos quedamos con ganas de completar el trekking. Lo malo es que al no ser una ruta circular y estar con la furgoneta, la logística resultaba algo complicada.
Pasamos la noche en una de las zonas habilitadas que hay por el camino y a la mañana siguiente ya nos dirigimos hacia Milford Sound. Uno de los puntos marcados en el mapa desde el principio. La carretera cada vez zigzagueaba más abriéndose paso entre las montañas, y se podían observar preciosos circos montañosos desde la misma carretera.
La furgoneta aguantó como una campeona y por fin llegamos al túnel, punto de entrada a Milford Sound. Es un túnel que se recorre en un solo sentido y tuvimos que esperar al llegar. Pero, lejos de ser un inconveniente, una de las aves más emblemáticas de la zona nos deleitó con su presencia. Un Kea se acercó y merodeo entre nosotros en busca de la comida que algunos turistas le tiraban. Precioso.
Cruzamos el túnel sin problemas y llegamos a la zona del puerto. Allá nos esperaba el inconfundible relieve del Mitre Peak y un fiordo tan oscuro como la noche, que intimida e impresiona a partes iguales.
El trayecto en el ferry estuvo muy bien y creo que es la mejor forma de recorrer la zona. De par de mañana el frió fue intenso pero se aguantó bien. Recorrimos el fiordo acercándonos a diferentes cascadas hasta llegar a mar abierto, y la sensación de estar entre montañas y de repente salir a la mar me resultó impresionante. Como si una inundación se hubiese llevado todo un valle por delante. Eso es un fiordo, al fin y al cavo, pero era la primera vez que recorría uno.
Contentos con la visita y con todo el día aún por delante nos dirigimos hacía Queenstown, capital mundial de los deportes de aventura.
Y la carretera hasta la ciudad ya hizo que mereciese la pena. Una maravilla pero sobre todo el tramo final construido entre el lago y las montañas Remarkables.
Ir Queenstown es uno de los tópicos en Nueva Zelanda. Una ciudad muy bonita en la que acabaríamos pasando casi una semana. Nos alojábamos a las afueras en un aparcamiento al lado del río y al estar cómodos y tener tantas cosas que hacer, el tiempo pasó volando.
Durante esos días nos tiramos con una especie de trineo con ruedas por un circuito ( Luge. Muy divertido), fuimos a toda leche en una lancha por el río pasando cerca de los peñascos y dando vueltas de 360 grados (bien, pero parece más de lo que es), nos dimos una paliza de 60km en bici por los alrededores (todo estaba precioso con el otoño), nos compramos un par de frisbees y jugamos en el circuito permanente de Frisbee-golf (muy muy divertido y es gratis), visitamos un bar hecho con hielo, paseamos tranquilamente, nos afiliamos a Domino´s Pizza y nos tragamos la trilogía extendida del señor de los anillos.
En definitiva, fueron unos buenos días para disfrutar de paisajes de postal, hacer cosas nuevas y divertidas, no pensar demasiado y cargar pilas.
Otra vez ya con ganas de andar un poco salimos hacía Wanaka, parándonos primero en el otro extremo del Routeburn track (el mismo trekking que hicimos de camino a Milford Sound), para hacer una etapa de ida y vuelta tan larga como pudiésemos. Todo el mundo nos había hablado muy bien de esta caminata y la verdad es que lo que vimos nos gustó mucho.
Tras atravesar una larga planicie por el bosque está vez subimos más alto y arriba esperaban un gran lago y una imponente catarata que le daba de beber. Una pena no haber pasado la noche y explorar más la zona porque teníamos que andar con cuidado de no volver tarde a la furgoneta. Otra vez será.