Salí temprano desde Hoi An para intentar estar a la hora de comer en algún sitio cerca de Quy Nhon, pasar una noche y salir otra vez hasta parar en un sitio que me habían recomendado antes de llegar a Nha Trang.
La carretera volvió a ser preciosa al evitar la A1 y pasé por el medio de unos cuantos pueblos de pescadores. Por aquí los turistas brillamos por nuestra ausencia y se puede apreciar mejor el día a día de la gente. Son todavía más amables y me saludaron una y otra vez al verme pasar con la moto. Siempre sonrientes y ayudándome para seguir el camino.
En mitad de la ruta me desvié para ver el memorial de Son My, en un pueblo que sufrió una de las mayores barbaries de la guerra contra los americanos. Es uno de esos sitios que te ponen los pelos de punta. Con fotografías que te hacen recapacitar sobre la condición humana. Sin palabras.
Miré por internet un sitio algo apartado una vez pasado Quy Nhon y me pareció un buen sitio donde poder encontrar, seguramente, a más gente viajando en moto. No me resultó muy difícil encontrarlo y al llegar ya me pareció un sitio muy acogedor y donde sería perfecto instalarme un par de días para disfrutar sin hacer gran cosa.
Una vez más, aquel sitio me sonrió y conocí gente muy simpática la cual consiguió que me quedase finalmente dos noches. Desde una pareja de franceses muy alegres y simpáticos que viajaban en moto hacia el norte y me dieron un montón de consejos sobre la ruta, a un canadiense que viajaba con un vietnamita (que era mecánico y le echo un ojo a la moto) y que parecían comerse el mundo.
Los encargados del hostel también eran muy majos y pasé dos días entre playa, cervezas, libros, música, buenas charlas y risas.
Con algo de pena abandoné aquel tranquilo lugar y me dirigí hacia Jungle Beach, un tranquilo guest house en la playa antes de Nha Trang. Siguiendo los consejos de la pareja de franceses realicé uno de los trayectos de moto más divertidos y bonitos del viaje, pasando incluso por un algo precario puente de madera. Uno de los trayectos para no olvidar.
Para la hora de comer ya estaba en Jungle Beach, y pasé tan solo una noche aquí. El sitio resultó ideal para huir de la masificación de turistas rusos que hay hacía en sur, jugué a voley con la gente local donde se apostaban un trago de té en cada partido, y conocí también a Xavi y Gonzalo, una pareja de amigos que viven en Berlín y viajaban juntos.
La primera noche nos prepararon la cena en la playa para todos los que nos alojábamos allá y fue facilísimo hablar con todo el mundo. Enseguida nos caímos bien y disfruté un montón con ellos. Buena gente para reírte un buen rato y cargar pilas. Además, su ruta era parecida a la mía y nos mantendríamos en contacto para quedar otra vez más adelante.